Después de visitar durante unos días la capital de Tailandia, Bangkok, puse rumbo a la turística isla de Phuket, al suroeste del país y comunicada a través de un puente. Aún a mediados de octubre, la estación húmeda no ha terminado y es temporada baja, con lo que no hay muchos turistas. Por si esto fuera poco, recientemente falleció el Rey de Tailandia, decretándose 30 días de luto oficial, lo cual se puede ver por las banderas que ondean a media asta, o porque se ha recomendado a los bares que no pongan música hasta tarde. De manera que la tranquilidad impera en la isla del Mar de Andamán. Durante mi estancia, el viento sopla del suroeste, proveniente del océano Índico y lleva consigo humedad e intensa nubosidad que no tarda en descargar en forma de lluvia, sobre todo durante la tarde y la noche. La temperatura a estas latitudes, ya próximas al ecuador, es agradable todos los días, oscilando entre los 24 y 31 grados. Recorrí parte de la isla en bicicleta, visitando las playas de Bang Tao y Patong, entre otras, donde me dí sendos baños en unas aguas realmente cálidas, a 29 grados. En Phuket, aún quedan algunos efectos del devastador tsunami del 2004. Desde entonces, se ha hecho hincapié en la prevención, diseñándose rutas de evacuación que están convenientemente señalizadas y que normalmente van a parar a un lugar elevado. En la isla, la más grande de Tailandia, se ve bastante afición al ciclismo, me cruzo con varios ciclistas por la carretera y también observo varias tiendas de bicicletas.
Después de Phuket, tomé un barco hacia las islas Phi Phi, conocidas por la película «La playa». Después de dos horas de trayecto desde Phuket, el ferry atraca en Phi Phi Don, la isla principal. Dadas las pequeñas dimensiones, enseguida la afluencia de turistas, sobre todo cuando llegan los ferrys, se hace notar. Nada más llegar, dos chicas vascas que viajan por Tailandia, de Vitoria y Zarautz, me saludan al verme con la camiseta de Vitoria-Gasteiz. Phi Phi Don es una pequeña isla en el mar de Andamán, donde destaca la playa de Tonsai bay, ubicada junto al embarcadero y la zona de amarre de otros barcos que llegan de Krabi o Ao Nang. En el otro lado apenas a 100 metros hay otra playa más tranquila, desde donde solamente salen algunas barcas tradicionales de madera (long tail boats), normalmente taxis. En Phi Phi subí a un mirador para contemplar una panorámica de la isla y visité Monkey beach, donde se pueden observar monos que descienden de la ladera.
Desde Phi Phi, tuve que coger otro barco para volver a tierra firme, en este caso a Ao Nang. En los barcos, el transporte de bicileta supone un extra de 100 baht. Ao Nang es una localidad con una bonita playa, aunque con una zona turística bastante grande que le hace perder encanto. Comienzo a ver que en esta zona ya no predominan los templos budistas, sino que son las mezquitas las que copan el paisaje, parece ser que desde aquí hasta Malasia impera el Islam. Desde la embarcación, tuve ocasión de ver la bahía de Railay, donde desembarcaron algunos pasajeros.
Una vez en tierra firme, hora de retomar las bicicletas. Tras dormir en una pérgola cerca del puerto que contaba con enchufes y servicios gratuitos, al otro día me dirigí a Krabi, recorriendo en total unos 30 km. En realidad en Krabi no hay mucho para ver, se trata más bien de una localidad que sirve como base para explorar la provincia. Al día siguiente, desde Krabi fuí hasta Emerald Pool, una piscina natural ubicada a unos 60 km. Está bien, pero si estás acostumbrado a buenos parques nacionales, esto se queda muy pequeño, además, hay que pagar entrada. El recorrido hasta allí es fácil, dadas las buenas condiciones del asfalto y el perfil plano, salvo algún pequeño repecho. Desde Emerald Pool llegué a Koh Lanta después de 70 km, parte de los cuales bajo la lluvia. Koh Lanta es un archipiélago ubicado al suroeste de Tailandia y está comunicado con la península de Malaca a través de un transbordador por el que se pagan 20 Baht por pasajero y 5 por la bicicleta. Desde el embarcadero, en la parte conocida como Koh Lanta Noi, al norte, hasta la parte principal y más desarrollada turísticamente (Koh Lanta Yai), al sur, recorrí de noche unos 8 km, al final de los cuales se cruza un puente, que nos sirvió de refugio para dormir. Koh Lanta Yai, también conocida simplemente como Koh Lanta, es una isla de unos 30 km de largo por 6 de ancho, bastante grande para las dimensiones de las islas en Tailandia. En la zona oeste se concentran la mayoría de resorts y servicios turísticos, mientras que el este conserva un carácter más auténtico, con pequeños pueblos de pescadores. En general, hay menos turistas que en Phi Phi y las playas están bien sin ser espectaculares. Además de probar la comida local, he podido descubrir la isla en bicicleta y ha sido la bahía de Kantiang la zona que más me ha gustado, tanto que me he quedado dos días allí aprovechando el buen tiempo. La bahía de Kantiang es una zona con una bonita playa, un par de resorts de lujo, tres o cuatro restaurantes y como no, un 7 Eleven. Lo positivo es que conserva un aire más tranquilo. Por la mañana, al amanecer, he podido observar cómo descargaban pescado de algunas pequeñas embarcaciones. Después, he desayunado disfrutando de unas espectaculares vistas. Un suizo que ha dicho vivir aquí me ha saludado e invitado a desayunar y ducharme en su casa , comentando que su mujer nos vio hace tres días en Krabi, y que deberíamos ser los mismos ciclistas. En el sur de Koh Lanta, he podido ver más monos salvajes, y uno de ellos se ha subido a mi bolsa de manillar, cogiendo un sobre de ketchup que había en el interior, después de revolver todo.
Después de tres días en la isla de Koh Lanta, pongo rumbo hacia Hat Yai y la frontera con Malasia. Aprovecho para recorrer algunos kilómetros de noche, evitando las horas de más calor. Me lo tomo con tranquilidad durante el día, visitando un mercado flotante y aprovecho para hechar la siesta a la sombra, después, continuo pedaleando y me quedo a dormir a unos 35 km de la frontera. Al otro día, llegando a la frontera, me llama un policia tailandés, quien me regala una botella de agua.
De Tailandia, cabe destacar el buen estado de conservación de las carreteras, la amabilidad y generosidad de la gente, así como su espectacular naturaleza, los paisajes kársticos costeros son un claro ejemplo de esta riqueza natural. Especialmente en la provincia de Krabi. En cuanto a la gente, no sé si por influencia del budismo, son muy agradables con el extranjero y siempre están dispuestos a ayudar. Quizás también ayude el ir en una bicicleta. En Tailandia, el nivel económico es más elevado que en el resto de los países del sudeste asiático que he visitado, pero los precios no lo son tanto, incluso me ha parecido más barato que Laos, Vietnam y Camboya. Así, comer un plato de Pad thai en un restaurante asequible, puede costar unos 40 baht, poco más de 1€. El turismo está muy implantado en el país, a diferencia de Laos o Camboya, que se mantienen más en su autenticidad, pero de Tailandia todo lo que me llevo es positivo. Un lugar para volver.































































Deja una respuesta