1-5 Septiembre 2016. Etapas 119-123. 360 Km. Total so far: 10836 Km
Amanece en Luang Prabang y es día de ofrendas a los budistas, quienes recogen arroz y otros alimentos, lo cual tenemos suerte de ver, así como las regatas en el río Mekong y después de visitar algunos templos budistas iniciamos la etapa en dirección a Vientiane.






Cogemos un desvío equivocado y ascendemos durante 16 km, que luego tenemos que volver a bajar. Se trata de la ruta que se indicaba en los carteles de la carretera, pero es una carretera con mucha montaña y más larga, con lo que cuando nos damos cuenta del error, seguimos al navegador de la aplicación cartográfica Maps.me y volvemos a descender los 16 km, haciendo un total de 32 km extra, que por otra parte nos permite ver una zona de montaña con aldeas muy pobres de gente sonriente que saluda en laosiano con la palabra savadí, o en inglés con hello. Ya de nuevo en la carretera, avanzamos hasta el anochecer y tenemos suerte de encontrar un restaurante, donde hay ducha, nos dejan colocar las tiendas, podemos coger agua para los fideos instantáneos que cenamos y además nos ofrecen algo de comida y electricidad para cargar los móviles. Increíble hospitalidad en Laos.











Al día siguiente un policía aparece en la esplanada donde hemos acampado, quien nos pregunta hacia donde nos dirigimos y a qué hora saldremos. Cruzamos pequeñas aldeas con gente muy pobre que vive de la agricultura de subsistencia, pero que no pierde la sonrisa, con los niños saludando al paso de la bicicleta. Mientras las lluvias de los días pasados han cesado y el sol aprieta, sufrimos los fuertes desniveles y somos testigos de las consecuencias del reciente tifón, que provocó inundaciones y desprendimientos de ladera de camino a Vang Vieng. Esta localidad, con cuevas y paisajes kársticos alrededor, es una de las más turísticas de Laos. Este pequeño país comunista, de unos 7 millones de habitantes basa su economía en la agricultura, sobre todo de subsistencia, mientras que el turismo es un sector en crecimiento.
A partir de aquí la ruta hacia la capital es mucho más suave siguiendo el curso del Mekong. A medida que se aproxima la ciudad, proliferan pequeños pueblos a ambos lados de la carretera, con deficiente limpieza, el polvo de la carretera se junta con el humo de las parrillas en la calle, todo ello le confiere una atmósfera muy particular. En el paisaje predominan los arrozales y en los puestos callejeros se vende pescado seco del contaminado río Mekong, que da vida a esta zona de Laos. Se hace de noche y pedimos permiso para dormir en un templo budista. Los más jóvenes llaman a otro monje y nos dice que nos dejan dormir dentro de un templo, también nos podemos duchar. Sin embargo, cuando estábamos dentro, aparecen 3 militares y nos dicen que no podemos dormir allí, con lo que tenemos que salir para continuar caminando los casi 15 km que nos separan de la capital. Mientras llegamos, nos refugiamos de la lluvia bajo la uralita de un edificio e instantes después, quizás alertado por los ladridos de los perros, aparecen hasta 8 militares, quienes solo nos preguntan si esperábamos a que parara la lluvia o íbamos a dormir allí. A la entrada a Vientiane volvemos a notar la importante presencia militar y policial en las calles. Un policía de tráfico que habla francés nos da la bienvenida y nos dice que debido a un reunión de la ASEAN, hay muchos controles y cortes de calles. Más tarde nos enteramos de que el presidente norteamericano Obama visita la ciudad estos días. Vientiane es una tranquila ciudad con edificios coloniales franceses y avenidas de estilo europeo en las que el tráfico de vehículos y sobre todo de motos es incesante. Aún así, el país se abre poco a poco al turismo y seguimos siendo objeto de miradas entre la gente local. Aprovechamos la visita a la ciudad para tramitar el visado para Tailandia.





















Muy buen documento. Laos tiene que ser una maravilla para viajar